
Perfectamente calibrada
Una sola idea ha sido constante entre varios cambios que han constituido su vida política: la idea de que Ximena Rincón González tiene un destino presidencial.
Una sola idea ha sido constante entre varios cambios que han constituido su vida política: la idea de que Ximena Rincón González tiene un destino presidencial.
Aunque cabe la posibilidad de que los ingenuos seamos nosotros y que este cacique electoral, que casi siempre saca la primera mayoría en las elecciones, no sea el niño bueno que quiere mostrarnos. Puede que no mienta, pero que diga la verdad de un modo conveniente. Puede que sepa, mucho mejor de lo que aparenta, jugar el juego de la política.
Los años de jesuita castigador, de jesuita disciplinador, construyeron ese carácter resistente, duro, pero al mismo tiempo luchador, recio, que fue su marca de fábrica. Los zapatos sencillos, las habitaciones de hotel sin estrellas, los ejercicios de humildad que venían acompañados de su nombre —Francisco, el santo que se hizo pobre a sí mismo— no fueron más que una necesaria operación de marketing.
Recuerdo el temor de Harari (¿puedes corregirme el apellido?), y la idea de que la llegada del IA sería el final de la humanidad y lo entiendo.
Tener a su derecha a alguien todavía más de derecha le permite parecer razonable, incluso moderado. Lo que no es. Ni quiere ser.
Tener la razón es, lo confiesa sin pudor, su gran pasión. Una pasión que apenas disimula otra cosa: un cierto pudor ante las emociones.
De cerca, puede ser cálida, divertida, incluso desordenada. Pero esa soltura nunca amenaza su control. Le gusta el poder, aunque no se le note el goce.
Evelyn reivindica sin ambages esa herencia: la sangre alemana y la sangre militar, cumplidora, rigurosa, vehemente. Sobre todo eso: la vehemencia.